En el juego moderno, donde el control, la velocidad y la regularidad son clave, las pelotas ocupan un lugar más importante del que a menudo se les reconoce. Muchos jugadores, especialmente amateurs, no tienen del todo claro cuándo una pelota deja de ser funcional. No necesariamente porque se haya roto o desinflado por completo, sino porque ha perdido su capacidad de respuesta, su comportamiento original y, por ende, su valor como herramienta técnica.
Comprender qué significa técnicamente que una pelota esté “muerta” permite tomar decisiones más conscientes y estratégicas. Y aunque en apariencia pueda seguir “picando”, eso no garantiza que esté cumpliendo con los parámetros físicos y dinámicos que requiere el juego.
Criterios técnicos y medibles
Prueba de rebote: un indicador clave
Si el rebote cae por debajo de los 135 cm, estamos probablemente ante una pelota despresurizada. Esto ocurre porque ha perdido parte de su presión interna, responsable de generar la energía de retorno al impactar con el suelo. Este test es simple, reproducible, y se puede hacer incluso en casa. Es una referencia clara para saber si la pelota conserva su coeficiente de rebote adecuado.

Uno de los métodos más objetivos para determinar la funcionalidad de una pelota es medir su rebote desde una altura estandarizada. Según la ITF (Federación Internacional de Tenis), una pelota debe rebotar entre 135 y 147 cm cuando se deja caer desde 254 cm (100 pulgadas) sobre una superficie dura.
Peso, diámetro y deformación estructural
Con el uso y la exposición ambiental, la pelota puede:
- Ganar peso por absorción de humedad si el fieltro se moja.
- Perder diámetro por compresión continua, aunque los cambios suelen ser mínimos.
- Deformarse internamente, afectando la restitución de energía elástica.
Estas variaciones, y otras razones que mencionamos en «Por qué pierden presion?» aunque pequeñas, alteran el comportamiento de la pelota, su aceleración al salir de la raqueta o pala, y su respuesta al spin.
Estado del fieltro: más que una cuestión estética
El fieltro o recubrimiento externo no solo cumple una función visual o de protección. Su integridad influye directamente en:
- La aerodinámica de la pelota.
- La cantidad de efecto que se puede aplicar.
- La tracción sobre la superficie de juego (especialmente en pádel).
Cuando el fieltro está muy desgastado, apelmazado o deshilachado, la pelota tiende a comportarse de forma errática, con menos control y una velocidad poco predecible.
Criterios subjetivos y sensoriales
Más allá de lo medible, el cuerpo del jugador también percibe señales claras de desgaste:
1 – Sonido al impacto
Una pelota bien presurizada emite un sonido seco, vivo. En cambio, una pelota muerta genera un golpe más apagado, sin resonancia. Esto es especialmente notorio en voleas, saques y golpes planos.
2 – Sensación en el golpeo
La sensación de pique se vuelve opaca. Hay una pérdida de elasticidad percibida, y muchas veces el jugador siente que necesita “empujar” más para lograr profundidad o velocidad. Esto desgasta físicamente y altera la técnica.
3 – Inconsistencias en el rebote
La pelota puede empezar a rebotar de forma impredecible, sobre todo en superficies rápidas o con desniveles mínimos. También puede perder altura repentinamente, especialmente en golpes con slice o topspin.
Diferencias según el tipo de jugador
Amateur recreativo
Este perfil suele no notar de inmediato los cambios sutiles. Sin embargo, jugar con pelotas deterioradas impacta en la calidad del aprendizaje, la regularidad del golpeo y el disfrute del juego. Usar pelotas funcionales ayuda a desarrollar una técnica más estable.
Entrenadores o escuelas
En ámbitos de enseñanza, se busca balance entre durabilidad y funcionalidad. A menudo se usan pelotas más blandas, sobretodo con niños, pero es fundamental mantener una cierta homogeneidad para que los alumnos no adapten su técnica a comportamientos erráticos.
Desmitificación de ideas comunes
- “Todavía pica, así que está buena”
No necesariamente. Puede picar, pero si el rebote no alcanza el mínimo requerido o se siente apagado, su comportamiento está alterado. - “Se ve bien, debe funcionar”
El aspecto exterior (incluso con fieltro nuevo) no garantiza buena presión interna. - “Solo importa si está pinchada”
La mayoría de las pelotas no se “pinchan” visiblemente: simplemente pierden presión gradualmente y se vuelven inútiles sin que nadie lo note de inmediato.
En resumen
Una pelota en mal estado también puede convertirse en un factor limitante. Entender su dinámica física, reconocer los signos de desgaste y actuar en consecuencia es una forma de jugar más conectado con el deporte y su lógica.
Hoy existen herramientas como el presurizador de pelotas SPINSAVE, que permiten mantener la presión interna y prolongar la vida útil de las pelotas sin comprometer el rendimiento. No se trata de forzar su uso, sino de incorporarlo como una decisión técnica inteligente, en sintonía con una gestión más consciente de los recursos y la calidad del juego.

